Rincones Cotidianos

viernes, junio 22, 2007

Rincones Cotidianos

Es en esas noches
Solas, abandonadas,
Que su perfume se esparce
Por los rincones helados
De mi habitación
Sola, abandonada.
Y mis rincones extrañan
Su dulce olor frutal
Se recrean, se rehacen y se reencuentran
Sus olores, sus sabores, su recuerdo.
Rincones cotidianos
Solos, abandonados.
Los miro, los repaso, los recuerdo
Pero no los encuentro
Cotidianos en ausencia
Cotidianos en desvelo
Pintados de recuerdos de un pasado cercano
sin razones, sin remitente
Y sin destinatario
Tan solos, tan abandonados

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domingo, junio 03, 2007

Beatrice

“Estos son recuerdos del pasado, de lugares ya remotos, cuando no era más que un trozo del adulto que ahora soy…”
Pedro Guerra

Cuando él la conoció la conexión fue inmediata, siempre supo eso que los hombres sabemos y que la mayoría de las mujeres insisten en refutar, él sabía que en algún momento sus caminos se cruzarían irremediablemente y así fue, una tarde de setiembre cuando la vio por primera vez, sus ojos verdes, penetrantes e inquietos, su silueta como tallada en madera oscura y con las gubias más finas (pensó alguna vez), esa personalidad atrayente, envolvente, misteriosa, misteriosa, misteriosa…
Ella era una de esas mujeres definitivas, era la primera de esas dos o tres mujeres en la vida de un hombre que van a marcar definitivamente su destino y él lo sabía, era un desborde de sentimientos, un alud insostenible de sensaciones hermosas que la verdad él no era capaz de manejar. Entonces naufragó en su torrente turbulento, que lo sedujo, lo envolvió, para finalmente estrellarlo contra las rocas, para demostrarle que no podía manejarlo y que hay ciertas fuerzas sobre todo las naturales y las sentimentales que por más que uno quiera se vuelven incontrolables.
Era como una tormenta, sobrecogedora, toneladas y toneladas de muestras de amor y todo el cariño del mundo y las palabras más dulces que alguien le había dicho jamás, cayendo del cielo por montones, con relámpagos y estruendos y como era de esperarse tal derroche de energía no era sostenible en el tiempo.
Ella le enseñó que cuando alguien ataca sus defectos termina dejándolo indefenso y lo convierte en alguien que no es, o más bien alguien que no quiere ser. Y es que el amor es como el alcohol y todas las demás drogas, saca a flote lo peor y lo mejor de las personas.
Ya pasado el tiempo, no es que la olvidó, pues nunca la olvidará, siempre siente por ella un cariño muy profundo y muy sincero, y algunas veces cuando se siente triste, le gusta viajar en el tiempo y acordarse de ella, de cuando todo era de color, para sentir esa sensación tan bonita en el pecho, eso que se siente cuando te abrazan muy muy fuerte y con mucho amor, pero tampoco es que le haga falta como pasaba hace algún tiempo, ya no resiente su ausencia, tanto que algunas veces la quisiera llamar, sólo para hablar, parafrasear a María Pretiz y decirle “háblame del tiempo, de las tardes, de aguacero interminable, como aquellos sueños entre tazas de café” pero comprende que ella está mejor así, sin él y que es lo mínimo que alguien que le dio tanto se merece: tranquilidad.
Y es que es difícil cuando no hay odio para disfrazar la decepción, es cuando la ausencia es más difícil de superar y él le agradece todo lo que le enseñó, que lo convirtió en una mejor persona y le duele mucho que para hacer eso hubiera tenido que enfrentarse a situaciones que definitivamente no merecía, que espera que esté mejor y que al final, en estas cosas del amor termine encontrando a la persona que se merece y sabés una cosa, como dice Bernardo Quesada: “Que no hay bolero escrito el día de hoy que no tenga una frase que me recuerde a ti…”

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